Una reelección de película y una guerra fría de 50 años

Vladimir Putin no tuvo competencia en los comicios rusos. Sus aliados más cercanos, Irán y China, celebraron su triunfo. Pero, ¿cuál será el futuro de esa tríada?

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Vladimir Putin, caminando hacia la victoria, sin rivales (Imagen Ilustrativa Infobae)
Vladimir Putin, caminando hacia la victoria, sin rivales (Imagen Ilustrativa Infobae)

En 2012 se presentó en el Festival de Cannes la película El Dictador. Fue protagonizada, producida y escrita por Sacha Baron Cohen y llevaba al extremo de lo grotesco la vida de un déspota norafricano que se mantenía en el poder gracias a la explotación del petróleo de su país, una república ficticia llamada Wadiya. En las últimas horas una escena de ese film se viralizó. Son 24 segundos en los que el almirante Haffaz Aladeen -el personaje interpretado por Baron Cohen- gana una carrera de 100 metros en los Juegos Olímpicos que organizó para sí mismo. En la televisada competencia, Aladeen va eliminando uno por uno a sus rivales -a la vista de todo el público- alzándose así con el inapelable triunfo.

Esos breves segundos sirvieron para ilustrar cómo Vladimir Putin se proclamó ganador de las elecciones de Rusia que comenzaron el pasado viernes y concluyeron el domingo 17 de marzo. El Kremlin anunció que el actual jefe de Estado había superado a sus rivales y obtenido más del 87 por ciento de los votos de la población. Como Aladeen, Putin tampoco tuvo rivales. Se había encargado, a cielo abierto, de deshacerse de ellos.

Putin recibió diferentes salutaciones. En América Latina, como era de esperar, Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia se congraciaron con su aliado. En esos cuatro países regionales la democracia o no existe o está gravemente comprometida. Como en Rusia, los presos políticos son una realidad en cada uno de ellos, sin excepción. Extraña, por ahora, el silencio de Lula da Silva, socio en los Brics y defensor de Moscú en su invasión a Ucrania. Quizás se mantenga así, en equilibrio.

Pero especialmente fueron sus más cercanos aliados, Irán y China, quienes ofrecieron las felicitaciones que más resonaron. Las que menos extrañaron, también.

Ambos regímenes dedicaron no sólo felicitaciones oficiales, sino que fueron los medios propagandísticos del aparato comunicacional los que dedicaron elogiosas palabras al proceso electoral ruso. Global Times, del Partido Comunista Chino (PCC) publicó una destacada nota firmada por Yang Sheng, en la cual se resalta que “el resultado electoral ha dado certeza a un mundo en turbulencia”.

La victoria de Putin demuestra que el pueblo ruso apoya ampliamente su gobierno y es poco probable que las políticas y posturas de Rusia sobre cuestiones clave como la crisis de Ucrania y sus relaciones con otras grandes potencias sufran cambios drásticos”, se entusiasmó el autor y siguió: “La reelección de Putin aportará certidumbre al futuro desarrollo de las relaciones entre China y Rusia, ya que el consenso alcanzado por los máximos dirigentes de ambos países se aplicará y seguirá promoviéndose”.

El jefe del Kremlin devolvió en declaraciones a la prensa la gentileza y generosidad narrativa de Xi Jinping. Habló de Taiwán, isla sobre la cual, dijo, existían provocaciones contra Beijing. Y agregó: “Es parte inalienable de la República Popular China”. Taipei refutó los dichos mediante un comunicado de su Ministerio de Relaciones Exteriores: recordó que Taiwán y China no están subordinadas entre sí” y que “el régimen comunista chino nunca ha gobernado Taiwán”. Coronó el enojo con la percepción que tiene el mundo democrático de Putin: “No tiene credibilidad”.

Tehran Times, promotor desde 1979 de la Revolución Islámica, también celebró a Putin. Los lazos entre ambos regímenes se afianzaron desde el 24 de febrero de 2022. Escribió Mohammad Ali Senobari: El consenso entre la población rusa sobre la necesidad de una respuesta coherente y contundente a las amenazas occidentales es evidente. Esta conciencia colectiva refleja la comprensión de las inminentes amenazas geopolíticas a las que se enfrenta Rusia y reconoce la importancia de mantener el exitoso legado de Putin. La presidencia de Putin ha estado marcada por los esfuerzos por reforzar la posición global de Rusia frente a los objetivos occidentales. Los años bajo el liderazgo de Putin han visto a Rusia no sólo adoptar una postura resistente y eficaz frente a las sanciones y el aislamiento diplomático, sino también ampliar estratégicamente su influencia. No queda del todo claro si Senobari se está burlando de la población rusa.

Esta tríada compuesta por Rusia, Irán y China busca reconfigurar el actual balance de poderes. Durante años dedicaron sus aparatos internacionales de comunicación -sobre todo los digitados desde Moscú- para golpear al sistema democrático y republicano global. Se valieron de granjas de bots para inundar redes sociales con fake news que otros medios cómplices tomaron como verdad revelada y absoluta. Incluso muchas cadenas llegaron a preguntarse, en aparente inocencia, si no era necesario la figura de un “hombre fuerte” para conducir un país, tomando como ejemplo las figuras de Putin y Xi, por sobre las supuestamente rígidas y lentas estructuras democráticas. Este concepto se repitió hasta el cansancio sobre todo durante los años de pandemia del Covid-20, originado en Wuhan, China.

En un reciente análisis publicado en El Grand Continent y firmado por Pierre Ramond, se explica qué vislumbra Teherán en los próximos 50 años. De acuerdo a uno de sus máximos ideólogos, Hassan Abbasi, “estarían fijadas las coordenadas de la conflictualidad” para las cinco décadas venideras. “Hoy anunciamos el fin de la Cuarta Guerra Mundial, el fin de la recomposición política del Gran Oriente Próximo, el fin de la guerra de religión. Ha comenzado un nuevo capítulo. Lo llamamos: la nueva guerra fría”.

Abbasi llama “cuarta guerra mundial” a los años comprendidos entre 1990 (caída del Muro de Berlín) y los años 2020. Durante esos casi treinta años, de acuerdo al fundamentalista académico iraní de la Guardia Revolucionaria, Estados Unidos intentó dividir a los países de Medio Oriente. En cambio, ahora cree que las tres áreas de tensión que vive el mundo marcarán el escenario geopolítico de los próximos 50 años. Esas arenas son, de acuerdo al iraní: Ucrania, Palestina y Taiwán.

No obstante, hay cuestiones que Abbasi no consideró. Una de ellas es la falta de sucesión clara en cada uno de estos regímenes. Vladimir Putin tiene 71 años; Xi Jinping, 70; y el más longevo, Ali Khamenei cuenta 84. El ruso quizás cuenta con un heredero posible: Dimitri Medvedev. Pero no está claro que pueda mantener el mismo poder que tiene el actual jefe de estado. Muy diferente es el caso de Xi, quien ha concentrado el aparato estatal bajo su puño, sin armar a ningún discípulo. A eso hay que sumarle las malas noticias económicas, el único valor que hace de China la potencia que pretende ser. El desencanto con la conducción ya se deja entrever en las censuradas redes sociales.

Irán es, quizás, la mayor de las incógnitas. Khamenei es el más longevo de los tres. En un reciente artículo del diario The New York Times se planteó cómo se vería el país sin él en la conducción. El escritor Arash Azizi cree que las cosas podrían cambiar una vez muerto el ayatollah: “El Irán actual se mantiene unido gracias al octogenario ayatolá Khamenei y a su autoridad. Tras su muerte, es probable que Irán dé un giro brusco en su política. Una mirada más atenta al elenco de personajes que compiten por el poder entre bastidores muestra que es probable que las políticas de Irán se hagan más apetecibles tanto para su pueblo como para Occidente, alejando al país de la teocracia hacia un régimen autoritario militar mundano”.

Sin embargo, dice el autor, ese nuevo Irán autoritario podría albergar un cambio en materia geopolítica. Azizi se refiere a los tecnócratas que forman parte del actual régimen y que están en desacuerdo con muchas de las políticas que rigieron a la nación a lo largo de los años de poder de Khamenei. Esa insatisfacción está en línea con el descontento popular producto del aislamiento internacional y la falta de oportunidades económicas.

Algunos de los principales diplomáticos iraníes se quejan ahora abiertamente de las políticas antioccidentales de Irán, que han acarreado sanciones paralizantes y han puesto al país en la senda de un posible conflicto directo con Estados Unidos e Israel. Varios ex embajadores han denunciado el apoyo de Irán a Rusia en su guerra contra Ucrania. Un ex embajador en Siria y Líbano -un papel que a menudo implica supervisar la ayuda iraní a Hezbollah y Hamas- criticó los estrechos vínculos de Teherán con Hamas, argumentando que deja a Irán aislado de sus vecinos árabes. Mohammad Javad Zarif, ex ministro de Asuntos Exteriores, se queja ahora amargamente de la enorme influencia de los grupos que sirven directamente al ayatolá Khamenei y a su clero”.

Esto, de acuerdo al autor de “Qué quieren los iraníes: mujeres, vida, libertad”, no es lo que el grueso de la sociedad espera en cuanto a vivir en una democracia plena, pero podría significar el primer cambio a nuevos horizontes una vez termine el reinado de Khamenei. Bajo ese nuevo paradigma la tríada que conforma junto a Rusia y China podría verse comprometida. Para eso faltan años. Pero menos de 50.

X: @TotiPI